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Ajena al turismo de masas, la plaza de Sant Felip Neri sigue siendo un rincón escondido del centro histórico de Barcelona. Las paredes de su iglesia, marcadas por las balas y la metralla de la Guerra Civil, contrastan con la quietud del sonido del agua de su fuente central, creando una atmósfera silenciosa e íntima. Durante unas horas al día la plaza se convierte en el patio del colegio del mismo nombre, convirtiéndose temporalmente en un lugar bullicioso y lleno de vida.

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