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1962, Carnegie Hall, Nueva York. El aclamado director de orquesta Leonard Bernstein sale al escenario. En un hecho poco ortodoxo, se dirige al público para explicar que el Concerto para piano número 1 de Brahms que va a dirigir esa noche no responde a su visión. El planteamiento del pianista solista, Glenn Gould, dista mucho de las indicaciones del compositor original, pero a la vez es tan innovador e interesante que ha decidido claudicar, fascinado por el talento del músico canadiense. Escúchalo.

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